De lo onírico o lo que sea.

Cuando se dio cuenta que no era un sueño, el nerviosismo no era nerviosismo, eran millones de orugas con mil pies que corrían por su cuerpo como Pedro por su casa, eran millones de descargas eléctricas por segundo, descargando sudor y pupilas dilatadas por la ansiedad y el miedo y todo junto. Su mente estaba llena de voces llenas de duda, titubeando la veracidad de lo que estaba ocurriendo. Sus sentidos estaban más agudos que nunca, el olor a cigarrillo y licor barato le daba vueltas la cabeza. Y entre tanto divagar, trató de aclarar la mente, y abrió la llave del lavamanos, para ver si el agua helada lo calmaba un poco. Su peor pesadilla se había hecho realidad, y lo peor, es que nunca la imagino, nunca se le pasó por la mente. Invadió sus pensamiento al más puro estilo de Descartes, y aunque veía el fuego y las llamas y podía sentir el viento y como aquella dualidad viajaba y se dejaba ver en el espacio. Tenía que dejar de ser una capullo, un cobarde. La vida no está para pasarla dudando y pensando todo el día. Menos preguntas y más acción, después de todo, esa era la vida que le tocó, y las circunstancias en las que estaba. Se convenció que tenía que hacer algo y dejar de transpirar ansiedad y nerviosismo, no quedaba de otra, así que secó su transpiración y despertó.