El tenía hojas en sus bolsillos y en ellas escribía
perfectas frases que la vida misma le inspiraba. De vez en cuando las juntaba y
armaba canciones de la nada. Se levantaba temprano y cantaba en cada rincón de
la ciudad. Por las noches leía, se ilustraba, se comportaba como se comportan
los eruditos. Amaba el té de canela y de vez en cuando una cerveza con limón.
Duerme con un disco de The Smiths y cuando está demasiado triste o demasiado
feliz, Yann Tiersen no puede faltar. Tenía la manía de jugar con sus manos y
llevarlas a su pelo, despeinarlo un poco. Coleccionaba sonrisas, esas que la
gente le daba al escucharlo tocar el acordeón. Le gustaba el otoño y la
primavera, porque nunca se sintió plenamente feliz ni en una depresión
profunda. El siempre fue independiente a su manera, con paso lento, pensando
todo tres veces antes de actuar o pensar. El, tenía rasgos propios del típico e
inusual concepto de belleza, pero al parecer él ni lo notaba. El fue creciendo,
con el paso de los años, sumergido en su rutina, ensimismado. El no se dio
cuenta que envejeció, se transformó en un hombre vetusto. No se dio cuenta de
que perdió la mitad de su vida. Que no se enamoró de nadie real (por enamorarse
de seres perfectos de libros idealizados), que no cumplió sueños, que no formó
una familia, que no escaló montañas, que no se emborrachó. El jamás rió hasta
llorar, ni jugó hasta la madrugada, nunca hizo esas cosas importantes. El
siempre vivió sin vivir. El siempre fue así. El, se dio cuenta de que en verdad
nunca se conoció ni fue él. Y recién en su lecho de muerte, se dio cuenta de
que solo con los demás podemos ser...
Es una entrada muy tierna, me ha encantado ^^ un beso desde http://susurrandohistoriasamedialuna2.blogspot.com.es/
ResponderEliminarA veces, cuando me molesto con la vida, creo que voy a terminar así. Otras veces me da miedo siquiera pensar en eso. Me ha gustado mucho, y he buscado la música de Yann Tiersen y has dado en el clavo! Me ha gustado bastante!
ResponderEliminarSaludos, no dejes de escribir!