Mientras tomo la primera taza de té de la mañana, voy despertando a penas. Y
es que los sueños de la noche anterior, más las horas de desvelo pensando en
nada, me atontan más de lo normal.
Otro día como ayer y como mañana, me esperan para sentarme, para hacer algo
productivo para los demás, y algo totalmente sin sentido para mí.
Sorbo a sorbo, siento el sabor de la canela inundando mi boca, mientras leo
el libro de la semana, y me detengo a pensar en lo complicada que es la vida de
los libros.
Rímel corrido, un pinta labios casi gastado, cabello enredado y un corazón
roto sin un por qué.
Salgo atrasada, como todos los miércoles. Esos miércoles que tanto me
disgustan.
Pero bueno, así es mi vida, nunca nada bueno que contar.
Tomo el primer taxi que encuentro. El chofer va de buen humor, y yo, casi
todo lo contrario.
En veinte minutos llegaré a mi destino. Me hundo en la lectura de mi libro favorito.
Estoy casi llegando, el taxi se detiene, miro a través de mi ventana.
Y es que justo en el taxi de al lado, un hombre hace casi mecánicamente lo
mismo que yo, levanta a mirada de su libro. Miramos nuestros libros, «Orgullo y Prejuicio,
Jane Austen».
Mi corazón palpita a su ritmo máximo. Y a la vez ambos quisimos decir algo,
pero mi taxi partió.
Quedan 5 minutos, y yo no puedo creer que lo más hermoso de la vida pasa de
un momento a otro, en los momentos más simples del día. Bajo algo atontada,
algo triste, algo feliz.
Llego al trabajo, estoy a punto de subirme al ascensor. Dos dedos se
encuentran en un mismo botón.
Y era él. Sí, ¡era él!
Me agrado mucho el comienzo, esas cavilaciones las disfrute.
ResponderEliminarsuerte.
Que bonita sensación, es como si el corazón luchara por salir, es un pedacito de felicidad.
ResponderEliminarBesos