Dejándonos llevar por el viento, fuimos a parar al bosque y fue en ese
instante donde supimos que estábamos en peligro de extinción. Y no nos
importaba, nos sentíamos infinitos, el universo nos miraba y las estrellas
estaban a nuestro alcance. Y fue ahí donde cazamos estrellas, aquellas que aún
guardo en mi bolsillo. Porque no sabíamos de las leyes de la física, no
sabíamos nada del amor, no sabíamos como tocarnos, pero si sabíamos dejarnos
llevar, si que sabíamos.
Y llovimos a besos, bailándole a la luna, trepando las copas de los árboles,
incendiando nuestros miedos, floreciendo en caricias y en palabras bonitas, en
esencia celeste.
Entendimos que esa noche iba a durar toda la vida, porque estábamos tan
cerca y la naturaleza era nuestra, porque le pertenecíamos. Y nos amamos con
pureza, bailando al ritmo de nuestra respiración, disfrutando como nunca ese
concierto de grillos, evaporándonos en nubes para volar y convertirnos en
lluvia buena, haciendo florecer nuestras pieles con relámpagos y espinas.
Y es que pensamos que seríamos estrellas fugaces, y claro, lo somos, porque
nuestro amor es infinito, porque viajamos eternos por el espacio sideral...
En ocasiones viajamos ha ese mundo especial, donde sólo algunas personas pueden entrar,
ResponderEliminar¡Besos!