22 de noviembre de 2014

Ausente.

Él estaba ausente. Pero ausente de verdad, no hablo de esa ausencia de la que siempre quise estar acompañada, hablo de esa ausencia que ya ni siquiera hiere o hace estallar tu pecho por la desesperación de perder algo que nunca se tuvo. Estaba ausente, literalmente hablando en sentido figurado con sabor a libros que leíste en el pasado y ahora solo recuerdas el nombre, con un poco de trabajo. Ya ni siquiera lo veía en las calles, en las miradas de desconocidos o mientras lavaba los platos. Las canciones ya no tienen ese sabor culpable agridulce. La monotonía de repasar las torturas de media tarde ya ni siquiera es rutina. Solo puedo reconocer una pequeña presión en el pecho cuando escucho algún piano melancólico, cuando recuerdo en medio de otras divagaciones que estás ausente, como nunca antes, como nunca. Tal vez todo siempre fue metáfora, y ahora, ahora todo es literal. 

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