28 de octubre de 2018

Desvelo


Las luces están apagadas y las estrellas están encendidas. 
La casa está en silencio y el corazón a voces.
Todos duermen y nadie sueña. Camino con los pies descalzos sobre la hierba húmeda, puedo escuchar a los grillos y aves hablar. 
El viento me sabe a nostalgia y no hay Luna esta noche.
Mis pulmones se oxigenan con la esencia de aromos, robles y sauces. Mi cabello es una red que acobija algunas alas perdidas. Me desvanezco a medida que me acerco al río o él a mí. Siento las aguas presurosas y siento como se mimetiza con la sangre de mis venas. Mis piernas no pueden con mi mente y su dualidad, su calma y tormenta. Mi cuerpo es recibido por la tierra, la hierba y las flores silvestres. Caigo y mis ojos se cierran, como si quisieran mirar dentro de mi alma. Y ella se asusta. Hay tanto que aprender y tanto por llorar. Hay tanto que conocer y tanto que olvidar. ¿Habrá algo más detrás de estas montañas? ¿Cómo será el universo fuera de este mundo? Mis sueños profundos van mucho más allá de lo que se me está destinado. Siento el ardor de la curiosidad, como lava que recorre mis venas. Tengo temor a mis anhelos y tengo impaciencia por cruzar esta cordillera y perderme sin que mis raíces me puedan encontrar. Las letras me son desconocidas, sin embargo, soy demasiado humana para seguir resistiéndome a no crear. 
¿Puedo transformarme en golondrina y dejar llover a todo es invierno?


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