20 de julio de 2019

Castaño


La última vez que te vi, eras un completo desastre, (y mi irracional debilidad por los desastres, no ayudaba mucho). Tenías una herida en tu mejilla izquierda, producto de alguna pelea con alguno de los snobs que tanto te disgustan. 
Te di un beso cerca de tu boca, despeiné tu cabello y me miraste como si estuviéramos en una despedida. Y si, tal vez era una despedida. Espero que no.
Conversamos un rato sobre tus planes, sobre lo mucho que te gustaba el cine de Tarantino y cómo no entendías el por qué nunca habías visto alguna de sus películas.
Yo te miraba y reía con alguna broma sin sentido, porque el único sentido que podía encontrar, era estar ahí, contigo, mirándote, enamorándome tal vez (y tú si sabes lo mucho que odio esa palabra).
Me dijiste que regresarías al sur, que te haría bien volver a vivir con tus padres, y que la vida está hecha para cometer errores y comenzar de nuevo. Y yo solo asentí con la mirada, porque después de todo, soy una experta en cometer errores y empezar de cero. 
Caminamos cerca de una hora sin sentido, en medio del ruido de la ciudad, las bocinas de los autos, la contaminación y las hojas naranjas del suelo. Yo estaba un poco más callada que de costumbre (casi podía estar segura que sería la última vez que te vería en mucho tiempo), y no me importó mi timidez ni mi torpeza en demostrar afecto, así que tomé tu mano y sin mirarte, te dí a demostrar que tu mano era mi lugar favorito en este mundo. 
Y tu me seguiste la corriente, mientras tus mejillas se volvían un poco más rojas. Paramos para comprar una de esas limonadas que tanto te gustaban y mientras te esperaba, intentaba reprimir mis ganas de llevarte a mi habitación y darte todos los besos que me iba a perder en mucho tiempo. Y lo hice. Y mientras besaba tu cuello, mientras paraba para mirarte a los ojos, reírme por nerviosismo y volverte a besar, no dejaba de pensar en lo mucho que iba a extrañar mis momentos contigo, las canciones en guitarra, las conversaciones sin sentido, los helados y las cervezas, los abrazos, tus brazos, tus manos, tu cabello, tus ojos, tu boca. 
Maldito chico de ojos castaños. Siempre estuve atraída a los ojos verdes, pero los tuyos, en medio de un billón, eran los ojos castaños más jodidamente perfectos que en mi existencia podría mirar.
La ultima vez que te vi, yo era un completo desastre. Espero que los hilos algún día nos vuelvan a unir. 

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