26 de agosto de 2020

m a n o s

La última vez que tomé tu mano, tú y yo estábamos al borde del precipicio. Distintas circunstancias, distintos dilemas, distintas pérdidas, mismos errores de juventud. 
Yo estaba borracha y tu estabas en Marte.
Te habías rapado la cabeza, mental breakdown digno de Spears.
Yo tenía el cabello trenzado, porque te gustaba entrelazar tus dedos en mi cabello y desenredar los nudos formados por mi falta de cuidado, como si con ello fueras a desenredar los nudos de mi conciencia, de los arrepentimientos, de la tristeza y la cobardía. 
La última vez que tomé tu mano, el cielo era un lienzo naranjo, la ciudad estaba inquieta, ruidosa.  
El metro medio lleno, la gente desalmada, los sueño rotos y los bolsillos vacíos. 
- Te voy a conceder tu último deseo - me decías mientras rescatabas una pestaña perdida sobre mi mejilla.
No dije nada y te besé tristemente.
Quien iba a saber que aquellas palabras serían un presagio, una especie de sentencia para dos vagabundos que tan solo coincidieron en un punto de una trayectoria sinuosa. 
La última vez que tomé tu mano, no tenía ni la más remota idea que sería una despedida.
Con el tiempo he dejado esa mala costumbre de darle mi mano a extraños.
Sé que sabes que te quiero.
¿Me seguirás queriendo cuando me conozcas nuevamente y veas en lo que me he transformado?
No soy la sombra de la fuí. Perdí la emoción por aquello que alguna vez fue pasión, perdí mi voz, perdí mis acordes, perdí mi hambre por las palabras, perdí esas ganas de conocer el mundo que tenía cuando llegue a la Ciudad Bestial. Perdí el amor por la gente, perdí las ganas de conectar, perdí las ganas de amar. Volví a ser la adolescente huraña que le temía y odiaba al mundo y que perdía oportunidades por el miedo y la vergüenza.
Nunca supe lo que quería. Aún no lo sé. 
Pero de lo poco que sabía, era un hecho que te quería a ti. Piel morena, de ojos tristes, de cabello indomable, de dientes chuecos, de torpeza musical. Con suerte habías leído un libro en tu vida y sin embargo, tenías sabiduría para dirigir mi mundo entero. 
La última vez que tomé tu mano... la última vez que tomé tu mano, un trozo de ti quedó tatuado en la líneas de mis palmas, en las huellas de mis dedos, en un trocito de mi alma. 

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